Una tarde, acompañado de sus padres en una carpa de barrio en Guadalajara, Ignacio López Tarso asistió a la función de una obra de teatro, cuando sólo tenía 10 años de edad.
Al momento de abrirse el telón, el pequeño espectador quedó impactado por la magia que rodeaba dicho montaje, desde ese momento supo que su destino era estar sobre el escenario.
Aunque dejó pasar por unos años ese sentimiento, la vida lo regresó a su camino y logró mantenerse por más de siete décadas…