PRIMERA PARTE INFANCIA
De niño conocí el olor de la muerte. Ningún niño está preparado para oler a la muerte. Tiene un aroma muy particular. A flores marchitas. A encierro. Todos los sábados, cerca del mediodía, durante varios años, mi padre me llevaba a enfrentarme a la lápida de mi madre. Estaba en el cementerio El Salvador. Cruzábamos el frontispicio de columnas de estilo dórico por un amplio pasillo techado, hasta la escalinata que descendía en la avenida central….