Engordé 13 kilos cuando dejé de fumar. Caramelos, chicles, papitas, y té con limón industrial fueron mis compañeros para superar esa sensación, pero definitivamente no fueron las mejores decisiones. Me engañaba con el cuento de que si los caramelos eran de menta no tienen tan dañinos como los de dulce de leche. Comía chicles sin azúcar, pero no lograban distraerme, así que recurría a cualquier cosa calórica que pudiese comer a las 5 de la tarde. La hora de la crisis.
Dejé de fumar casi por casualidad. Estaba lista para subirme a un barco con mi familia y disfrutar de unas vacaciones increíbles. Pero un par de semanas antes un resfriado, que incluía tos constante, me hizo poner en pausa el cigarrillo para mejorar más rápido.
Pasó la semana y en efecto, mejoré. Nos subimos al barco y para evitar recaer decidí, con mucha dificultad, mantener en pausa el cigarrillo durante una semana más. Las variadas actividades vacacionales distrajeron bastante bien el famoso síndrome de abstinencia. Pareció todo tan fácil que mantuve la pausa de nicotina una semana más.
El último día de vacaciones me enfrenté a la realidad. “Si ya he aguantado tres semanas, puedo aguantar una más ya en casa”. Y dejé los paquetes de cigarrillos en el hotel. Todo muy bien, y mucho optimismo, tanto que me pareció oportuno no fumar más.
La primera mañana de regreso a la oficina transcurrió muy bien, pero al llegar la tarde todo cambió. Al acercarse las cinco empecé a sentir ganas muy fuertes de fumar. Creo que todas las ganas reprimidas en vacaciones se acumularon durante esos minutos.
Me cuestioné la decisión de dejar el cigarrillo, total, yo tampoco fumaba tanto… Tal vez debía planificarme mejor. Empezaron mis pensamientos a sabotear el gran paso que había dado. Empecé a sentirme irritable, ansiosa. Traté de concentrarme en mi trabajo, pero fue imposible pensar con claridad. Decidí ir por una bebida fría y algo para comer. Eso me mantendría distraída. Hice lo mismo por muchos días, semanas y meses, aún cuando estos síntomas en su versión más intensa solo duraron algunas semanas. Cuando llegó el día en que sintió ganas de fumar, estaba contenta, pero sumé a mi cuerpo 13 kilos de peso.
Irritabilidad, sentirse nervioso, dificultad para concentrarse, tener más apetito que de costumbre, sentir ansiedad y ganas casi incontrolables de fumar son some de los síntomas del síndrome de abstinencia, el cual es la respuesta a la supresión de una sustancia adictiva como la nicotina.
Según Libre de humo, iniciativa del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, cerca de 80% o 90% de las personas que fuman habituales son adictas a la nicotina, de manera que cuando dejan de fumar, el cuerpo debe pasar por un proceso para acostumbrarse a no tener nicotina.
De cara a este panorama, el mejor plan es prepararse y planificarse, pues según la Organización Mundial de la Salud, el tabaco mata anualmente a 8 millones de personas, y varios millones más padecen cáncer de pulmón, tuberculosis, asma o enfermedades pulmonares crónicas causadas por el tabaco.
Si quieres dejar de fumar, quizás es mejor no improvisar para no fallar en el momento de crisis. Escoge una fecha en el calendario, el lugar donde fumarás tu último cigarrillo y emprende la aventura. La doctora Ana Neves médico internista y cardiólogo quien dirige la unidad de Medicina de Estilo de Vida de Clínica FEMM en Madrid, explica que “el proceso de dejar de fumar está constituido por varias etapas que pueden alcanzarse de manera más lenta o rápida. No existe una respuesta correcta ni común para cada persona ”.
Preparar un plan de acción, si es posible, de la mano de expertos que pueden apoyarnos física y hasta emocionalmente, ayudar a los pacientes a hacer frente a las ganas de fumar que inevitablemente aparecerán durante el proceso.
Plan de acción para superar el síndrome de abstinencia
Neves, indica que algunas de las claves que ayudan a tener éxito en el proceso es que, una vez que se toma la decisión, nos enfoquemos en dos aspectos fundamentales: controlar el ambiente, y evitar las tentaciones.
Para el primer paso es necesario lavar o clean las cosas que huelen a tabaco en el hogar y el trabajo, así como también deshacernos de artículos esenciales para el fumador como encendedores y ceniceros. Luego, para evitar las tentaciones, se recomienda evitar hábitos que relacionemos con el consumo de cigarrillos: el café de la tarde, si siempre lo acompañabas con un cigarrillo; evitar el consumo de alcohol; cambiar la ruta que nos conducía al lugar donde compramos cigarrillos; modificar la rutina diaria y empezar alguna actividad nueva, como practicar una disciplina deportiva, por ejemplo.
Además, la doctora especifica que el momento más duro y de mayor riesgo de recaída es cuando aparece el deseo casi incontrolable de fumar. Reconocer el momento, entender que se trata de una respuesta de nuestro organismo y mantener la calma será clave para resistir. «La abstinencia no dura más de 15 minutos; si el paciente se mantiene distraído en esos momentos, podrá ir superándolos y cada vez serán menos frecuentes y más cortos ”.
Comer caramelos y chicles sí puede ayudar, pues masticar disminuye las ganas de fumar, el asunto es que estos productos sean bajos en calorías y tenerlos a mano, porque ir a comprarlos puede tentarnos a comprar más chucherías que realmente no sumarán sino un problema a nuestra salud y generar más ansiedad. Las especias y los sabores fuertes como la canela y el jengibre son de gran beneficio, según refiere Neves, así como también ingerir bebidas frías.
Finalmente, la doctora invita a tener presente que ser firme será determinante puesto que un solo cigarrillo es suficiente para generar nuevamente los efectos químicos y psicológicos de la adicción.
Pensar en lo mucho que ganamos dejando de fumar también puede estimularnos a resistir: reconocer que respiramos mejor, que percibimos muy bien los sabores y los olores, que ahorramos dinero, que obtenemos beneficios específicos para nuestra salud, y sobre todo que apreciar la gran libertad de no depender de un cigarrillo para sentirnos bien.
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