Park Chan-wook vuelve a poner sus huevos sobre la mesa. De nuevo, otra vez. Puede que no de manera tan evidente, cara y al gusto del consumidor como por ejemplo hace James Cameron en ‘Avatar: El sentido del agua’. Pero vuelve a poner sus huevos sobre la mesa, de manera incluso más espectacular sin necesidad de recurrir al 3D. La capacidad del cineasta surcoreano para «romper» visual y narrativamente su relativa y simulada cotidianeidad al más mínimo a pesar de la determinación en una propuesta inesperada y sorpresivamente maquiavlica.
‘Decision to Leave’ es uno de esos casos en los que la mano del director resulta fundamental. Pocos, muy pocos como Park seran capaces de mantener la pelcula sobre la quebradiza cuerda floja por la que se mueve de manera tan… alegre y resuelta. Un thriller abierto y obstinadamente romántico que nos permite intuir lo que hubiera podido hacer en la actualidad alguien como Alfred Hitchcock. Una sombra muy alargada que Park ilumina por completo con la pericia que le apa a ser uno de los cineastas ms creativos surgidos al otro lado del mundo.
Esta vez al menos, si. El cineasta, para muchos an hoy en da «el de ‘Oldboy'», ofrece con ‘Decision to Leave’ la que posiblemente sea su pelcula ms redonda desde aquella. O incluso por encima de ella, teniendo en cuenta que su tercio final no era tan estimulante como todo lo dems. Park pone sus huevos sobre la mesa, de nuevo, otra vez, si bien en esta ocasión en plena consonancia con una historia que moldea con cada movimiento y encuadre de cmara. Un «paso a dos» que dicen en ballet resuelto con una soberana inquina hacia lo acomodaticio.
Hasta en trabajos tan orgánicamente irrefutables como ‘La doncella’ la realización de Park acababa de superar a su historia. Puede que no lo fuera todo, pero lo que contaba no llegaba a ser ni mucho menos tan cautivante como la manera en la que lo contaba. A efectos prácticos, la historia de ‘Decision to Leave’ también acaba estando supeditada sobremanera a cmo la cuenta Park, si bien en ocasión la reafirma e impulsa hasta un contundente y vigoroso equilibrio sensorial y emocional que, por fin, funde en uno al esteta y al narrador.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex