De joven, Juan Hernández trabajó como albañil, pintor de casas y, en general, de distintos oficios que le pudieran generar un ingreso modesto para poder comer. Es decir, vivía al día, con lo poco o mucho que podía juntar.
Sin embargo, su destino cambió en 1971, después de asistir al Festival de Avándaro con sus hermanos. Juan quedó totalmente impresionado con los artistas que se presentaron y soñó en algún momento ofrecer shows de rock como los que había visto.