Vayamos al grano: ‘La chica salvaje’ es una producción eminentemente comercial que se adapta a un reciente éxito de ventas. Esto es, una producción servida al gusto del consumidor. Tal para cul, cabe suponer. Para el caso, como si fuera un cruce entre una de esas adaptaciones de las novelas de John Grisham de los ’90 agitada (pero no mezclada) con una de esas adaptaciones de las novelas de Nicholas Sparks de los ’00.
Todo ello sin la carismtica seriedad adulta de las primeras ni de la desvergenza romntica juvenil de las segundas.
Y funciona. A su manera, por supuesto, que hay que entender que es de la manera que pretende. Y sobre todo, a la manera del público a la que va dirigida. A menudo con eso basta. Aunque tambin a menudo no nos guste verlo como por mera cabezonera. ‘La chica salvaje’ no es una obra ambiciosa, ni como película ni como producto, lo que no quiere decir que no sea competente, solvente y digna en ambas facetas. Que lo es.
Aunque sin la carismtica seriedad adulta de las primeras ni de la desvergenza romntica juvenil de las segundas.
Se trata de un relato an con sus cosas, bien apaado. Un producto si se prefiere ver como efectivo en las distancias cortas. Por poder, podemos criticar «cosas» como su higinica suciedad o lo manipulador de su estructura narrativa. Claro que podemos. Pero no dejan de ser esas «cosas» que hacen que sea lo que es, lo que supuestamente quieren a los que les importa. Y visto as, tal cul es como es, es un solvente e inofensivo salvatardes…
… al que Daisy Edgar-Jones y David Strathairn aportaron algo de encanto.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex