Farandulero
Tim Fehlbaum, responsable hace diez años de la interesante ‘Hell’, presenta otro interesante y apañado drama de ciencia-ficción con (muy poca) acción que de nuevo destaca por su estupenda dirección de fotografía. La película brilla en su inicio y resulta muy intrigante durante todo su uso, siendo que empieza a flaquear cuando se acerca el momento de la verdad: Cuando hay que empezar a tomar decisiones sin volver de hoja y caminar hacia un fin.
A la película, con ecos a ‘Waterworld’, la penaliza un final contradictorio y poco consecuente con lo que hasta entonces había sido su propia narrativa; también, que apueste por la tensión encogida y contenida de un drama familiar no siempre bien calibrado que se sale por la tangente. Es, algo así, como un incipiente clásico moderno que cuando se acerca el momento de la verdad, cuando hay que tomar partido, opta por venderse al mejor pastor (y al mejor postor).
Este tramo final, lo dicho, penaliza en exceso una obra que hasta entonces, sin ser nada particularmente novedoso, se había desenvuelto con buena letra. En gran parte gracias a su sugerente diseño de producción ya una estupenda dirección de fotografía, dos pilares fundamentales con los que erige un futuro post-apocalíptico creíble. Lástima que al final parezca que sea la propia película la única que no crea en él. O mejor dicho, la que no crea en ella misma.
