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‘La integridad de Joseph Chambers’: Crítica de cine | Tribeca 2022

'La integridad de Joseph Chambers': Crítica de cine |  Tribeca 2022

Continuando con el inquietante examen de los hombres puestos a prueba que comenzaron en El asesinato de dos amantesel escritor y director Robert Machoian y el actor principal Clayne Crawford vuelven a formar equipo en La integridad de Joseph Chambers, un cuento de moraleja en el que la amenaza a la familia del protagonista esta vez es el resultado directo de sus propias acciones. La nueva película no iguala la complejidad narrativa ni el poder de su predecesora; tampoco escapa a la sensación ocasional de autocomplacencia del actor. Pero el rigor artístico de la empresa sigue siendo sorprendente, al igual que la inestimable contribución del diseñador de sonido danés Peter Albrechtsen para esculpir la atmósfera inquietante.

No menos importante es el trabajo del director de fotografía Oscar Ignacio Jiménez, quien realizó tan sugerente escenario de la invernal Utah en El asesinato de dos amantes y lo vuelve a hacer aquí con la amaderada Alabama, capturada en un predominio de planos generales que colocan expresivamente al personaje principal de Crawford solo en un desierto amenazante.

La integridad de Joseph Chambers

La línea de fondo

Delgado pero convincente.

Crawford es oriundo de esa parte del país, y mucho más que su primera colaboración con el director, esta parece diseñada de manera transparente como un escaparate de actor más que como un drama multidimensional. Además de producir con su esposa, Crawford toma créditos de vestuario y escenografía y elige a sus propios hijos, lo que indica un deseo personal de explorar los rincones nebulosos de la psique masculina.

Al igual que la película anterior, esta presenta un guión despojado de sus huesos, que relata los eventos de un solo día. Joseph se despierta mucho antes del amanecer y se prepara para salir a cazar ciervos. Su esposa Tess (Jordana Brewster) expresa su preocupación de que él es demasiado inexperto para un viaje de caza en solitario, instándolo a esperar hasta que su amigo Doug (Carl Kennedy) esté libre para acompañarlo. Pero Joseph es obstinadamente orgulloso.

Él y Tess se mudaron recientemente a su ciudad natal de Pell, en las estribaciones de los Apalaches, con la intención de criar a sus dos hijos en un lugar seguro lejos de las influencias de la ciudad. Vende seguros, pero tiene en la cabeza que necesita poder mantener a su familia en caso de que el mundo se desmorone; no está claro si eso significa un colapso económico o climático o alguna otra forma de caos social. Incluso el bigote que queda después de que Joseph se afeita la barba al comienzo de la película implica que se está probando una personalidad más masculina acorde con el nuevo entorno.

Doug también disuade a Joseph de ir, pero no obstante le presta su camioneta y su rifle. Joseph conduce a una propiedad privada con licencia para cazar y camina por el bosque, encontrando varios lugares para sentarse y esperar, pero mostrando poca paciencia y quietud requeridas por un cazador de ciervos. Incluso su torpeza al cargar el rifle lo identifica como un novato poco preparado.

Albrechtsen superpone gemidos ambientales discordantes, estremecimientos y crujidos con el ruido elemental de insectos, pájaros, animales, árboles en el viento y ramas que crujen bajo los pies, junto con fragmentos de la sombría partitura orquestal de William Ryan Fritch. Ese paisaje sonoro irregular, junto con las notas ansiosas de la configuración y las innumerables historias de accidentes de caza en el cine y la literatura estadounidenses, indican un desastre.

El aburrimiento de Joseph proporciona un respiro, durante el cual canta sobre ser el rey de las montañas, imagina un partido de béisbol en el que es el jugador estrella y roza rocas en el río. Pero sucede lo inevitable, cuando finalmente ve un ciervo, lo persigue y luego gira y dispara a ciegas cuando se sobresalta por un ruido detrás de él.

Esa única acción no planificada, solo un momento en la vida de Joseph, lo cambia todo instantáneamente, y su fantasía de sí mismo como un resistente superviviente se derrumba. Machoian se detiene demasiado en la reacción aturdida del protagonista (enloquecimiento, pánico, náuseas, lágrimas, ira) borrando la línea entre el estado destrozado del personaje y Crawford flexionando sus músculos de actuación en un ejercicio de improvisación extendido de un hombre en extremis. Pero la película se vuelve más interesante cuando Joseph entra en modo frenético de control de daños.

Esto implica que varíe entre murmurar justificaciones por sus acciones y recordarse a sí mismo que fue un accidente, antes de tomar la decisión de encubrir la evidencia. Pero está sorprendido por otros desarrollos que aumentan su dilema al mismo tiempo que lo juzgan como un farsante que no pertenece allí, con su ropa de caza comprada por catálogo. En el tramo central largo interpretado en gran parte como un espectáculo de un solo hombre, Joseph se enfrenta cara a cara con sus insuficiencias como hombre.

El impacto dramático de la película dependerá de cuánto te involucres en la crisis moral de Joseph, que sutilmente se hace eco de la crisis más existencial de un hombre que no sabe hacer nada más que vender seguros, quizás una mercancía sin valor en un mundo que se dirige hacia la catástrofe. Es un escenario que parece más adecuado para un formato de cuento que para un largometraje narrativo, y lo encontré un poco débil en comparación con las apuestas en constante evolución y el impacto emocional sostenido de El asesinato de dos amantes.

Pero el compromiso de Crawford es impresionante. Joseph regresa a casa, sin decir nada a su esposa e hijos, aunque claramente conmocionado hasta la médula. Machoian luego vuelve la acción al bosque para revelar los eventos de ese mismo día, expandiendo el marco para mostrar las interacciones de Joseph con un jefe de policía local interpretado por Jeffrey Dean Morgan en una escena final que concluye con una ambigüedad abrupta.

La integridad de Joseph Chambers es levemente decepcionante después del golpe visceral de la última colaboración del director y el actor principal. Pero sigue siendo crudo y distintivo, llevado casi en su totalidad sobre los hombros de Crawford. Sin embargo, lo que es más notable es la atención al sonido y sus usos descriptivos: sembrar temor, explorar el subconsciente y sondear los oscuros y atemorizados recovecos de una mente atormentada.



Fuente

Recopilado por Farandulero

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