La pluralidad de Prada se manifiesta en cada desfile y, afortunadamente, este no fue la excepción. Miuccia Prada y Raf Simons fusionaron elementos de distintas épocas, dando como resultado las hermosas contradicciones que conocemos y amamos de la casa italiana.
Estos contrastes tenían como objetivo reflejar la maravillosa imprevisibilidad de los humanos en una era de algoritmos. Las notas del programa hablaban de reinventar la «noción de superhéroe» como un individuo de la vida real con capacidad creativa, un concepto que se reflejaba de forma más literal en las gafas futuristas que parecían más máscaras de superhéroe que gafas de sol, en el mejor sentido.
Como se mencionó, la colección hizo referencia a varias décadas, desde los años 1940 (en forma de una blusa con mangas abullonadas y lazo) hasta los años 1980, con una gabardina rosa calamina, decididamente útil y locamente bonita en igual medida.
En cuanto a las referencias a mediados de siglo, estas se presentaron en forma de piezas que incluían un abrigo verde espinaca con cuello de piel sintética (un guiño a finales de los años 50, tal vez) y faldas de la era espacial con tintes de los años 60 y remaches casi tan grandes como platos. Dichas faldas ya se han compartido abundantemente en las redes sociales y, de alguna manera, han logrado colarse en el algoritmo. Es inevitable.
Las combinaciones de colores tentadoramente discordantes son una característica distintiva de Miuccia. Para la primavera/verano 2025, tuvimos verde guisante y rosa peonía, salmón y gris, y, mi favorito personal, amarillo mantequilla, cereza y berenjena. No hay nada algorítmico en eso.