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Reseña de ‘Banel & Adama’: El amor y el deber chocan en un debut visualmente fascinante y narrativamente oblicuo en Senegal

El cuaderno lleva la marca de la obsesión: los nombres Banel y Adama están grabados docenas de veces en las páginas en delicada letra cursiva. La escriba es Banel (Khady Mane), una joven voluble y expresiva cautivada por su amor por Adama (Mamadou Diallo). Ella susurra sus nombres para sí misma como una bruja lanzando un hechizo: “Banel e Adama, Banel e Adama, Banel e Adama”. Su unión, le dice a la gente en su pequeño pueblo del norte de Senegal, es obra del destino.

De hecho, no es ningún secreto que Banel ama a Adama. En las escenas iniciales de la ópera prima de Ramata-Toulaye Sy, visualmente llamativa pero narrativamente oblicua. Banel & Adama, vemos a la pareja excavando dos casas enterradas bajo capas de arena. Están trabajando por un sueño, trabajando bajo el sol opresivo para poder construir un hogar y una vida fuera del pueblo. Otros destellos de la cotidianidad gesticulan en la profundidad de su afecto, con sonrisas cómplices, miradas expectantes y cariñosas caricias intercambiadas. Sus exhibiciones son extrañas para la gente tradicionalmente restringida de su pueblo. Otros fruncen el ceño ante la pareja, pero reservan un nivel particular de desdén por Banel.

Banel y Adama

La línea de fondo

Un mundo asombrosamente evocado que necesita una historia más nítida.

Evento: Festival de Cine de Cannes (Competencia)
Elenco: Khady Mane, Mamadou Diallo, Binta Root Sy, Moussa Sow, Ndiabel Diallo, Oumar Samba Dia, Amadou Ndiaye
Director-guionista: Ramata-Toulaye Sy

1 hora 27 minutos

Banel rechaza la convención, lo que levanta sospechas entre los aldeanos. ¿Por qué se sienta con las piernas cruzadas, como los hombres, en lugar de extendidas como las mujeres? ¿Por qué no quiere lavar la ropa o cuidar el campo como las otras esposas? ¿Cómo es posible, un año después de su matrimonio con Adama, quien es el siguiente en la línea para ser jefe, que Banel todavía no tenga hijos? Estas preguntas siguen a la pareja como moscas, zumbando mientras atienden sus vidas. Banel y Adama ignoran las miradas y comentarios de desaprobación porque su amor es suficiente. Pero lo que está en juego en su relación, tal como se presenta en la pantalla, nunca se concreta. Con Banel & Adama, Ramata-Toulaye Sy ha evocado un mundo deslumbrante que necesita una historia más nítida.

La visión del director es inequívocamente hermosa. Sy pinta escenas impresionantes con su cámara, demostrando una hermosa forma de ver el mundo. Los colores poseen nuevos niveles de personalidad: el azul celeste del río donde Adama y Banel nadan al principio de la película brilla bajo el sol abrasador. Hay una picardía en el amarillo de la camiseta de Banel cuando la vemos ver a Adama reunirse con los hombres del pueblo, todos vestidos con tonos complementarios de azul. Están tratando de convencerlo de que tome el puesto de jefe, una oferta que rechazó en una escena anterior debido a su amor por Banel. Adama, a quien Diallo interpreta con tranquila inocencia, no quiere la responsabilidad.

Esa decisión tiene consecuencias. Después de que Adama rechaza el papel de jefe, comienzan a ocurrir sucesos catastróficos en la aldea. Una sequía prolongada mata a todo el ganado, lo que obliga a los hombres a abandonar sus hogares en busca de oportunidades laborales en otros lugares. La gente comienza a morir, instigando una procesión constante de funerales, todos los cuales Adama debe presidir. Esta destrucción se presenta con una belleza devastadora y gestos hacia los efectos nocivos del cambio climático en países como Senegal. Sy, junto con DP Amine Berrada y una partitura lacónica del compositor Bachar Mar-Khalifé, transmiten ágilmente la progresión de la ruina del pueblo. Las condiciones áridas drenan la arena de su color, convirtiendo lo que alguna vez fue un naranja desaturado casi blanco. Los cuerpos del ganado se descomponen, dejando la piel quebradiza y reseca. Los montículos marrones marcan el sitio de las tumbas recién excavadas.

El declive del pueblo debilita la relación de Banel y Adama, ya que este último se encuentra cada vez más convencido de que rechazar su puesto maldijo a su pueblo. Cuando Adama pasa más tiempo atendiendo a sus deberes, deja que Banel sufra las miradas críticas de otros aldeanos y alimente sus pensamientos paranoicos. Su amor por Adama y la ira por su ausencia alimentan su rabia, que Mane interpreta con escalofriante precisión. Ver a Banel desmoronarse es una de las partes más interesantes de la película de Sy. El carácter mercurial se asemeja a las mujeres opacas de novelas como la de Toni Morrison. Sula y Helen Oyeyemi niño, nieve, pájaro, una reinterpretación de “Blancanieves”. Al igual que esas mujeres, Banel encarna una independencia feroz e intransigente, una seguridad en sí misma intimidante y un rango emocional expresivo y refrescante impulsado por su deseo.

Está claro que Banel hará cualquier cosa para quedarse con Adama, por lo que es decepcionante que la ruptura de la relación entre Adama y Banel no inspire los mismos niveles de curiosidad. Sy pasa tanto tiempo mostrando la desintegración del pueblo que la pareja que nos trajo allí sale perdiendo. La película cae en una especie de estupor y en un ritmo lánguido, perdiéndose en sus propias imágenes.

Regresar a Banel y Adama revive el ritmo y restaura algo de la tensión. En una de las escenas más inquietantes, Banel, harto de la falta de atención de Adama, lleva a su amante al sitio de la casa de sus sueños. Ella le indica que cave y él lo hace hasta que le sangran las manos. Hay una desesperación viciosa en el momento, un destello de terror en el rostro de Banel y un atisbo de miedo en el de Adama. Complica su romance y resucita nuestro interés en Banel y Adama recordándonos que el amor es su propio tipo de horror.



Fuente

Written by Farandulero

becky colina

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