Ana Obregón ha protagonizado todo tipo de titulares por su reciente maternidad. A sus 68 años estuvo un bebé por gestación subrogada. Algunos señalan que su motivación fue sanar el duelo que aún siente por su hijo fallecido en 2020, Alex Lequio, a causa de cáncer y con solo 27 años de edad.No fue ningún secreto para el público y los seguidores de la actriz y presentadora española el profundo duelo en el que se sumergió. Los medios cubrieron la tragedia y quienes los estuvimos tuvimos al tanto del inmenso dolor que ella manifestó, pero es imposible imaginarlo, ni en la más remota de las pesadillas.
La pérdida de un hijo debe representar el dolor más profundo. No importa si es recién nacido o un adulto. Un hijo es la gran motivación de la vida de los padres, el motor de aprendizaje mutuo, es la esencia de lo que significa el amor incondicional. Para muchos, los hijos son la vida entera, con lo cual es una tarea probablemente imposible ponerse en los zapatos de quien ha pasado por una pérdida de esta magnitud. Es simplemente impensable y va en contra del orden natural.
Pero es posible que ese dolor no sea procesado ni superado en el tiempo de una manera sana por quien lo padece. Cada quien lo vive de manera diferente, algunos lo verbalizan, otros recurren a especialistas que les pueden guiar y otros pueden tomar decisiones radicales que tal vez no parezcan las mejores. No podemos afirmarlo, ni criticarlo, pero sí establecer un escenario en el que tal vez alguien podría verse afectado.
Con la llegada de este bebé, Ana Obregón está frente a un escenario peligroso pues pareciera que la nueva maternidad es la herramienta definitiva para aliviar el dolor que siente por la pérdida de su hijo. En su cuenta de Instagram lo confirma de alguna manera que transmita, podemos decir, una dulce amargura: “¡Nos pillaron! Llegó una Luz llena de amor a mi oscuridad. Ya nunca volveré a estar sola. Volvió a vivir”
Son muchas las interrogantes que se sirven en la mesa y complicadas o imposibles las respuestas. ¿Realmente aliviará el dolor de la pérdida de un nuevo bebé?, ¿esta bebé está destinado a llevar una carga tan pesada?, ¿es sano tapar una pérdida con un nacimiento?, ¿es cierto que para la gestación del bebé se usó esperma del hijo fallecido?, ¿es esto sano?
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La consejera profesional Jennifer Kowalski, especialista en problemas de la mujer y duelo explicado en una entrevista que el duelo puede ser tan doloroso que es posible que quien lo padezca esté dispuesto a hacer lo que sea necesario para aliviarlo, y tal vez el hecho de tener un nuevo bebé pudo ser un camino de sanación para Obregón.
Sin embargo, afirma que tratar de reemplazar al ser querido que perdimos por otro puede ser desastroso, porque el vacío que se siente nunca se llenará con un sustituto. Es más, y peor aún, es posible que el que padezca el duelo, en el tiempo, se sienta ira por el reemplazo porque no le alivió su dolor.
Adicionalmente, la experta alerta con relación al tema de la edad de Obregón. Un ingrediente adicional para sumar ansiedad a la relación madre-hija que comienza. Para el momento en que la niña cumpla 18 años, Obregón contará con 86 y el hecho de que ambas sepan que es muy posible que la madre no esté cuando la hija llegue a la adultez agrega un componente poco saludable a la fórmula. Esta situación, según se describe, puede llevar al niño a desarrollar apego ansioso, especialmente si son cercanos.
como si fuera poco, es muy posible que la niña al crecer quiera indagar sobre las circunstancias de su nacimiento, y es posible que eso añada un ingrediente agotado a su desarrollo que desde ya desde es bastante mediático.
Síndrome del hijo sustituto
La psicóloga María Villegas explica, en un artículo de su autoría, que el síndrome del hijo sustituto aparece en la pérdida perinatal. Sin embargo, cabe traerlo a cuenta porque el niño que sustituye al hijo fallecido sufre consecuencias emocionales que podrían observarse en este caso.
Entre estas consecuencias están que el nuevo hijo eventualmente perciba una carencia de afecto por parte de sus padres porque no llena el vacío que estos padecen. También pueden sufrir sentimientos de culpa y sobre todo sentirse responsables de la felicidad de los padres. Es, en efecto, una carga muy grande, que puede evitarse si la familia, en este caso la madre, hace una evaluación honesta de la situación para poder superarla porque si no, ninguna de las partes obtiene lo que necesita.
Ojalá nadie tuviera que vivir algo tan terrible, ojalá que todo el que afronte una situación como esta pueda contar con el apoyo y la ayuda necesaria para poder superarlo sin afectar su entorno, y comprender que, en medio de la tormenta que puede parecer en un momento, la vida continua y vale la pena vivirla.
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