A Leonor no le llegaban los pies al suelo, sentada como estaba en una se las enormes sillas regias y aterciopeladas del Congreso de los Diputados. Con sus bailarinas doradas colgando, graciosamente desdentada a sus 8 años y la trenza que le caía a la derecha de su rubia melena, la niña asistía no solo a la proclamación de su padre, Felipe, como rey, sino a la de…
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